Exposición CATÁLOGO ÍNTIMO DE UN SUBMARINISTA
Luis Carlos Zambrano Valdivia

Cuatro consideraciones previas para entender la exposición

1. La ciencia y el arte no son categorías estancas

Estos dos grandes ámbitos del saber no sólo comparten procesos creativos y procedimientos técnicos, sino que a veces, los resultados pueden adscribirse a ambas categorías. Así, los dibujos de Ramón y Cajal están dotados de una belleza plástica poderosa y sutil, que, a diferencia de los ready-mades, no necesitan entrar en contradicción con su función científica. Las viejas ilustraciones positivistas, con su estricto orden y su rigor enciclopédico, siguen ejerciendo sobre nosotros una conmovedora fascinación estética que supera la fuerza de la nostalgia. Precisamente esa silenciosa renuncia a la expresividad en pos del valor documental las han convertido en un ejemplo de estrategia visual que Luis Carlos Zambrano ha transferido desde el campo de la ciencia al del arte, ya que de alguna manera, su fascinación por el tema representado exige un cierto distanciamiento centrado en la taxonomía que permita explicar y compartir públicamente una pasión privada.

2. Todos somos metecos

En cada fragmento de la realidad se entrecruzan tantas existencias complejas y paralelas, que obligatoriamente todos somos extranjeros compartiendo un mismo espacio. En la era de la globalización, toda la parte seca del planeta debería ser considerada litoral, sin embargo, nada logra producirnos una mayor extrañeza o una fascinación tan profunda como el descubrimiento del paisaje submarino, de ahí que el extranjero por excelencia sea el buzo que se desliza por un mundo que, estando aparentemente deshabitado, es el escenario por el que deambulan los fantasmas de los cuentos infantiles y en el que el arqueólogo submarino afronta las trazas ineludibles de los flujos de personas, mercancías, ideas y valores que han configurado el mundo que habitamos.

3. La verdadera esencia del paisaje es la mutabilidad

Solo el dinamismo permite entender el medio, todo está en permanente cambio, lo que vemos no es más que un estadio necesariamente temporal dentro de ese proceso de creación y transformación sin fin. En términos culturales, todo paisaje es un palimpsesto, pero ninguno tan frágil, tan necesario, ni tantas veces rescrito como el de los fondos marinos que bordean el solar de las antiguas civilizaciones mediterráneas. Como investigador submarino, Zambrano levanta cartografías precisas de los distintos paisajes que se han ido sucediendo en unas mimas coordenadas, como artista documenta dichos cambios e incluso construye sus obras emulando ese mundo en perpetuo movimiento, que se concreta y se disuelve en función de unas fuerzas motrices en las que el hombre y la naturaleza interactúan permanentemente.

4. La pupila es un órgano creador

El país se convierte en paisaje cuando la mirada consciente lo transforma en cultura, por ello, todo paisaje incluye al ser humano que lo experimenta y lo reelabora en forma de relato, a veces de manera íntima, y otras como experiencia artística. Este fluido entre el hombre y el medio es bidireccional: hemos aprendido a ver paisajes gracias al arte, pero el paisaje es siempre y necesariamente maestro del hombre. Luis Carlos Zambrano descubrió en la infancia que su verdadera patria es el fondo marino, desde entonces y hasta ahora, en su trayectoria se trenzan la arqueología subacuática, la restauración científica con todo el complejo saber técnico que le es inherente y la creación artística. Estas tres guedejas trenzan una visión coherente y claramente reconocible, aunque capaz como Proteo, de materializarse en las formas más diversas. Todo su trabajo parte de una observación atenta, beatífica, casi religiosa, de este mundo en perpetuo fluir, que tal vez no sea más que la manifestación externa de lo que Ortega y Gasset hubiera considerado un profundo amor, entendiendo que “el enamoramiento es, por lo pronto, un fenómeno de la atención”. Decía Simone Weil que “prestar atención es la más profunda y la más difícil labor social”, porque para ella, amor, atención y saber, eran la misma cosa, de tal manera que atender es conocer, cuidar y amar. Zambrano ha hecho suya esa voluntad de enlazar la atención, la ética y la epistemología, sobre la que ha construido todo un proyecto vital en el que nunca resultan fáciles de deslindar los aspectos racionales, sentimentales, éticos y estéticos. Esta apuesta presenta una doble naturaleza, ya que por un lado es una decisión personal y por otro un radical gesto político que excede las adscripciones concretas. Frente a la mercantilización del alma que implica la trivial evasión que ofrecen los medios digitales, el buceo como ejercicio de atención consciente mediada por el dibujo nos sitúa en un ineludible e intenso Hic et nunc que no solo nos devuelve nuestra propia conciencia, sino que restaña el duelo por la pérdida del mundo inherente a la cultura del smartphone.

José Antonio Romera